lunes, 2 de enero de 2012

Reynaldo Benito Antonio Bignone
EL REO asesino y torturador complice militar de los CIVILES LADRONES, FUE CONDENADO POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD, OTROS ESPERAN SU JUICIO
En la madrugada del 28 de marzo de 1976, cuatro días después del golpe, el Hospital Nacional Profesor Alejandro Posadas amaneció distinto. El policlínico más grande la zona oeste del conurbano vivió un virtual clima de guerra: con tanques, camiones celulares y helicópteros en los alrededores y más de cien soldados apostados en la entrada. Los militares acusaban a los médicos de atender clandestinamente a miembros de “grupos subversivos”, de ser la “base ideológica” y de adoctrinamiento de la guerrilla y hasta de ocultar un depósito de armas. Entre el 28 y el 31 de marzo hubo requisas violentas a pacientes y trabajadores y más de 50 trabajadores y dirigentes gremiales “fueron detenidos ilegalmente, privados de su libertad frente a testigos intimidados a punta de fusil y trasladados con destino desconocido por lapsos de entre 5 días a 9 meses. Todas las detenciones que se realizaron fueron ilegales, sin orden judicial ni apertura de causas penales a los detenidos”, informaron desde la actual Comisión de Derechos Humanos del hospital. La ocupación fue comandada por el entonces general Reynaldo Benito Antonio Bignone, por entonces delegado de la Junta Militar en el Ministerio de Bienestar Social. Como los militares llevaron al paroxismo los niveles de represión, en el lugar funcionó un centro clandestino de detención. El Chalet, llamado así porque funcionó en la casa que pertenecía al director. Por quince privaciones ilegales de la libertad cometidas allí, el jueves Bignone, de 83 años, sumó a las dos perpetuas que ya tiene una nueva condena a 15 años de prisión.
El Tribunal Oral Federal (TOF) N° 2 condenó también a 8 años de prisión al ex brigadier Hipólito Rafael Mariani. Era jefe de la Brigada Aérea de El Palomar y ya tiene una condena a 8 años de prisión como jefe de la Mansión Seré. Ahora se lo halló culpable del secuestro y la aplicación de tormentos a Gladis Evarista Cuervo. Es una enfermera que fue secuestrada desde el 16 de diciembre de 1976 al 22 de enero de 1977. Luego fue llevada a El Chalet, donde la torturaron y donde pasó varios días tabicada, maniatada y encerrada en un placard.
Cuervo fue querellante y antes del inicio del juicio había señalado a Miradas al Sur: “Yo podría haberme muerto veinte veces por la forma en que me torturaron”. Mariani llegó en libertad a este juicio, pero se fue esposado: al término de la lectura del veredicto, quedó detenido. Cumplirá su pena bajo la modalidad de prisión domiciliaria. No es el único: Bignone cumple su arresto en la comodidad de su casa.
Los jueces Pablo Daniel Bertuzzi, Rodrigo Giménez Uriburu y Jorge Luciano Gorini también condenaron a 13 años de prisión al civil Luis Muiña por 5 privaciones ilegales de la libertad y tomentos a trabajadores del hospital. No fue encontrado culpable de desapariciones ni asesinatos. Muiña era custodio del hospital e integraba una patota de seguridad integrada por diez hombres. La llamaban “grupo Swat”, en honor a la serie yanqui inspirada en un comando de elite policial. Un cuarto acusado, Argentino Ríos, también integró ese grupo. Otro civil: era portero del hospital. Fue separado del juicio por razones de salud, pero el tribunal decidió que sea juzgado cuando se reponga de la cardiopatía que sufre. Hubo quejas de familiares y ex trabajadores del hospital por las bajas penas. Los abogados de la querella habían pedido 25 años para cada uno de los imputados. La fiscalía, en tanto, había solicitado 25 años para Bignone, 12 para Mariani y 20 para Muiña.
La casa del horror. Desde que el hospital fue construido, durante el segundo gobierno peronista, funcionaron en el predio lindero cuatro casas. Se pensaron como lugares de residencia para las autoridades máximas, para que vivieran allí con sus familias. La casa del director tenía dos plantas y era de estilo español. El último director en ocuparla fue Julio César Rodríguez Otero, que vivió allí con su esposa e hijos desde 1971 hasta la intervención militar. Rodríguez Otero fue un director elegido por los trabajadores y el encargado de promover la apertura del hospital a la comunidad .
El médico fue detenido y torturado, y su familia echada. El Chalet se trasformó en un lugar de horror. “El grupo Swat era coordinado por el subcomisario de la Federal Ricardo Nicastro. La patota se movió impunemente, con actitudes amedrentadoras, generando un clima intimidatorio. Irrumpían en los servicios buscando supuestas armas e imponían requisas a los empleados y a los propios pacientes. Y secuestraron y torturaron a trabajadores y vecinos del barrio Carlos Gardel y del barrio Sarmiento. Muchos de ellos continúan desaparecidos”, denunciaron desde la Comisión de Derechos Humanos del hospital. Por las gestiones de familiares de los detenidos-desaparecidos, en enero de 1977 la Fuerza Aérea decidió trasladar al “grupo Swat” fuera del hospital.
En el juicio se debatieron 21 casos de privaciones ilegales de la libertad –incluidas dos desapariciones– y tormentos. El total de desaparecidos y asesinados en el Posadas denunciados por la Comisión de Derechos Humanos del hospital asciende a once: Jacobo Chester (administrativo, asesinado), Jorge Roitman (médico, asesinado), Julio César Quiroga (empleado de imprenta, desaparecido), María Esther Goulecdzian (psicóloga, desaparecida), María Teresa García de Cuello (técnica de esterilización, desaparecida), Ignacio Luna Sánchez (técnico de hemoterapia, desaparecido), Eduardo Carla Sala (médico, desaparecido), Josefina Pedemonte de Ruiz Vargas (empleada de guardería, desaparecida), Daniel Eduardo Calleja (médico psiquiatra, desaparecido), Osvaldo Fraga (enfermero, desaparecido), María Ángela Cairo (enfermera, desaparecida). Por todas estas desapariciones y homicidios se prevé otro juicio oral y público.
Bignone también está siendo juzgado por el robo de bebés a desaparecidos, junto a Jorge Rafael Videla y otros acusados. Ya acumula dos condenas a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad. En abril de 2010 fu condenado por el TOF 1 de San Martín a 25 años de prisión por los crímenes cometidos en Campo de Mayo, donde fue comandante de Institutos Militares. Y en abril de este año recibió, por el mismo tribunal, perpetua junto al ex comisario Luis Patti por secuestros y torturas en el partido bonaerense de Escobar. Durante su gestión, el último presidente de facto de la dictadura dispuso por decreto la destrucción de documentos sobre la represión ilegal y dictó la ley de autoamnistía por la cual se perdonaban los crímenes perpetrados por los militares. No le sirvió de mucho. La justicia llega. Tarda, pero llega.
Historia
Cuando el hospital abrió sus puertas a los vecinos
El Posadas empezó a construirse durante la segunda presidencia de Perón. Estaba pensado como una institución dedicada para tratar afecciones pulmonares y tuberculosis. En 1957, durante la Revolución Fusiladora, se lo denominó Instituto Nacional de la Salud y su actividad quedó centrada en la investigación. En 1972 se inauguró como policlínico y se produjo una incorporación masiva de profesionales y trabajadores jóvenes. El entonces director, Carlos Ferreyra, era visto como un exponente de la dictadura lanussista. “Había un contexto autoritario. Eso hizo que nos organizáramos”, contó la trabajadora social Cristina Pflüger a Miradas al Sur, antes del juicio. En junio de 1973 los trabajadores decidieron la toma del hospital y, en asamblea, eligieron a las nuevas autoridades. Los candados que durante años separaron al hospital del barrio humilde que lo rodeaba empezaron a romperse. Las puertas se abrieron y los vecinos empezaron a llegar a atenderse. Pflüger evocó la imagen del director elegido por los trabajadores, Julio Rodríguez Otero: “Se reunía en su despacho con los referentes del barrio Carlos Gardel. Durante horas y hablaban de las necesidades del barrio y de cómo el hospital podía colaborar para resolverlas”.
La primavera duró poco. En 1974, irrumpió con una guardia armada el médico Arturo Pimentel y se hizo cargo de la dirección. El proyecto de un hospital abierto y no elitista se fue desvaneciendo en el aire, mientras comenzaban a sobrevolar los nubarrones de la Triple A. Ya en el ‘76, con el golpe, todo sería mucho peor.